El elogio
Por lo que respecta a la «reflexión más sintética» o a las reglas de la retórica griega, es P. Beauchamp quien, desde 1964, ha orientado la investigación. ¿Hay que situar a Sab en las categorías del discurso exhortativo (logos protreptikós) o en las del discurso demostrativo (logos epidiktikós)? Y en el discurso demostrativo, ¿hay que establecer una subdivisión titulada «elogio» (enkomion)? Siguiendo a P. Beauchamp, se puede considerar todo el libro como un elogio de la Sabiduría, elogio construido según las reglas de la retórica greco-latina. Pero las particularidades del libro de la Sabiduría se dejan sentir a lo largo del texto: el autor está marcado por una mentalidad hebrea, manifestada ya en los capítulos 1-6, pero, sobre todo, en las comparaciones de los capítulos 11-19. Los judíos y los egipcios no intervienen solos: aparece un tercer compañero, el cosmos, por el que Dios manifiesta su acción.
"El autor insiste en la búsqueda y la adquisición de la Sabiduría, pero sabe que el hombre sólo puede
recibirla y que, como Salomón (1 Re 3), conviene pedirla a Dios, lo que es ya inteligente (y don de la Sabiduría misma, ef. Sab 8,21). Dicho de otra manera, todo el elogio cae hacia la oración: Sab 9 está en el centro» (M. Gilbert, ibíd.).
Al aplicar las características del elogio (enkomion) al libro de la Sabiduría, podemos releer la estructura literaria establecida precedentemente. Esto se lleva a cabo de manera sencilla en la presentación que sigue, debida a M. Gilbert.
«El discurso comienza con un exordio (1,1-6,21), donde el autor trata de mostrar ante todo el interés que ve en proceder a un elogio de la Sabiduría. Este exordio se inicia con una página muy densa donde el tema principal del libro está englobado en una apremiante exhortación dirigida a los lectores (1 ,1-7).
Para hacer sentir de qué manera el tema no es evidente por sí mismo, el autor hace que hablen sin tardar los adversarios de su tesis, los "impíos" (2,1-20), antes de ofrecer su interpretación de algunas situaciones paradójicas vividas por los que practican la virtud (3,1-9; 4,7-15). El autor argumenta a partir del problema humano fundamental, el de la muerte. Desde la fe, afirma que "la justicia es inmortal" (1,15) Y que "Dios ha creado al hombre para una existencia imperecedera" (2,23). El exordio acaba con una nueva exhortación (6,1-11) Y con una presentación clásica del motivo del elogio: la Sabiduría (6,12-16).
En principio, el elogio (6,22-9,18) debe describir a la vez el origen, la naturaleza y las obras de la Sabiduría. Pero, a propósito del origen, el autor, que se presenta con los rasgos de Salomón, el sabio por excelencia, comienza mostrando cómo le ha sido dada la Sabiduría (7,7-11). Subraya que sólo la oración está en el origen de este don de Dios. Luego, después de una breve súplica en la que pide a Dios hablar bien de la Sabiduría (7,15-16), procede finalmente al elogio propiamente dicho de la Sabiduría: describe su naturaleza (7,22-24), su origen en Dios (7,25-26) y sus obras (7,27-8,1). Después vuelve al sabio que ha deseado obtener la Sabiduría (8,2-15), antes de pedirla como se debe en una ardiente oración: es el centro del libro (9,9-18).
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